lunes, 3 de agosto de 2009

GIROS

Se dispuso a preparar las acuarelas Pelican, un vasito con agua y un trapito para limpiar el pincel. Entrò en una habitación totalmente vacía, de paredes blancas como el algodón de nubecillas en un día claro, una ventana sin cortinas dejaba entrever un sonriente jardín, en un extremo, solitario, se encontraba un espejo. Cargò el pincel de un violeta saturado, luego de pasarlo por agua muy sutilmente, cerrò los ojos y se dedicò a acariciar con las suaves cerdas una de las paredes en blanco. Sin abrir los ojos arrimò el espejo de manera que quedò enfrentado hacia la pared, ahora soporte, y respirando hondo se metió dentro del ovoide de cristal.
Girando y girando se encontraba la pequeña, no era la única, parecía ser muy divertido, giraba para un lado, y luego para el otro, cada vez giraba con mas velocidad, con mas soltura. Se sentía liviana. Todo lo del alrededor parecía girar con ella, sin embargo era ella quien giraba y las imàgenes pasaban como diapositivas. Había varios niños que no estaban girando, inmóviles como estatuas, sus rostros se veían desesperanzados, la tristeza estaba tan fosilizada en sus ojos que no podían siquiera sentirla, los cuerpitos tan menudos parecía que se desvanecían, y su infancia se veía tan alejada, la inocencia tan arrebatada, los juegos tan cubiertos de polvo. La pequeña quiso ir por ellos, así que tomò envión y comenzò a girar con mas fuerza, por momentos se sentía mareada y sin aliento. Así que cansada, muy cansada, desanimada, el cuerpito comenzò a detenerse sin que su mente haya dado orden alguna y de repente sintió que se movía sola, se voltiò y vio que los niños que giraban con ella lo empezaron a hacer con mas ímpetu. Lentamente entrò en escena una dulce melodía, "tanto girar, girar es un efecto....." decía la voz. La niña sintió un impulso desde la punta de los pies hasta la cabeza y siguió girando y girando, cuando se sintió lo suficientemente cerca de los chiquillos, los fue tomando uno por uno de la mano, a medida que los giros la ponían a su lado. DESTELLO.
Adela había sido expulsada del espejo, y en el instante en que abrió los ojos, estaban allí las tres paredes blancas, y una que el pincel había convertido en un carrusel gigante y violeta con caballos del color de la pared y delineados con negro. Atravesó la habitación para ir hasta la ventana, y cuando la abrió las paredes se inundaron de un color plateado que enceguecìa. En el momento en que el brillo se detuvo pudo mirar al jardín, y ahí las vio junto a la esfera de plata, las estatuas estaban en el piso de un verde degrade. Adela corrió freneticamente a abrazarlas.