viernes, 22 de mayo de 2009

Los alquimistas

Entrè por una puerta pequeña, casi como la que Alicia abre para entrar al país de las maravillas, al igual que ella no sabìa con lo que me iba a encontrar y por eso tenìa miedo, en realidad era un miedo adrenalìnico de esos que te hacen seguir adelante. Me senté donde pude y en cuanto pude y lo primero que observè fue una imagen egipcia, veía un estanque con patos, algas y peces del mismo tamaño y àrboles gigantes a su alrededor, era una imagen plana y sin perspectiva, no podía dejar de extrañarme su composición, su exacerbada geometría, tan cruda, tan fría, y sus colores naturalistas, el rectángulo del estanque que se captaba de un solo golpe de vista, y esos patos del mismo tamaño que los peces me parecían tétricos. alrededor mio, no estaba sola, varios ojos miraban la imagen egipcia, nadie al parecer entendía mucho de què se trataba, hasta que un ente esclarecedor nos dijo que los egipcios representaban las cosas tal como se sabìa que eran y no como las percibíamos en la naturaleza, entonces la imagen comenzò a ordenarse y todo ese universo caótico, ese códice ilegible comenzò a ser decodificado, era como si de repente tuviera en mis manos la piedra filosofal para transformar esa imagen en un metal noble como el oro reconocible por mi, y me apropiè de ella, y me enamorè de esa y de todas las que siguieron. Còmo pudo algo tan extraño hacerse tan parte de mi. Al cabo de un rato escuchè una voz, al parecer había bocas entre todos esos ojos, me di vuelta para ver que mirada le correspondìa, recuerdo que me resultò tan ajena, me generò tanto rechazo, y cuando esa voz dijo de manera tan inocente "tengo un problema" yo pensé entre mi, "tenès varios" y me di vuelta porque ya no me interesaba seguir mirando esos ojos, pero al igual que con la imagen egipcia fue como si dejásemos de ser mercurio y azufre para ser dos preciosas Venus de oro, amantes de la vida y la fertilidad y amantes de nosotros mismos, y también nos enamoramos, y nadamos en el estanque, y nos sentamos en la esterilla, y viajamos en la rueda de bicicleta, desnudamos a la maja, nos reímos de las meninas, rodamos sobre los driping-paintings, y trepamos la torre de radios. De ahí en mas nada volviò a ser igual.

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